Pabilo en sueño
En mi hombrío cubículo observé consumir su pabilo.
Paso a paso se quemaba una estampa más de aquella vela escurridiza que temblaba con el viento.
Se trataba de un cirio encendido por espíritus extraños que evocaban malicias a mi canto.
Candela tersa, implacable... ferozmente atacada por el contexto fragoso que esperaba una caricia. Cada aguafuerte era un silbar profundo y escondido con luz tenue.
La observé de nuevo y eran charcazas de cerillo en todo mi contorno.
Me consumí también.
Me vi caer... caer sobre los lienzos de un sol plagado de tulipanes coloridos.
Ingresé de inmediato en esa pradera sureña. Volví en el tiempo una y otra vez.
Así avisté a un güero reposando frente al lago de deshielos montañosos; luego, el mismo blondo impregnó su grafía de aniversario en la nieve eterna de la cordillera.
De repente, me miró, y enseguida me escondí en aquel tapiz de matizados madrigales.
Temía por abrir los ojos. Temía que fuera cierto.
Me amilanaba la utopía de sus fanales atlánticos clavados en mis esferas melazas.
Allí, la luminaria me encontró estrepitosa, con sudor entre las sienes. Aun mantenía una viñeta para calmar esa angustia poco apacible.
Me refugié en su extinción, y también en los paños moteados de nuevos sueños y visiones.

1 Comments:
At 7/4/07, 10:59 a. m.,
Anónimo said…
Ana, sinto saudades.
rods.
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